El pánico se ha apoderado de los círculos financieros y gubernamentales después de que el grupo de ransomware Lockbit 3.0 publicara un posible ataque a la Reserva Federal de Estados Unidos que dio lugar al robo de 33 TB de datos confidenciales. El mensaje, titulado “federalreserve.gov”, detalla la estructura de la Reserva Federal, destacando su papel en la distribución de dinero en doce distritos bancarios del país, incluidas grandes ciudades como Boston, Nueva York, Filadelfia, Richmond, Atlanta, Dallas, St. Louis, Cleveland, Chicago, Minneapolis, Kansas City y San Francisco.
Los cibercriminales han lanzado un lacónico ultimátum: la Reserva Federal tiene 48 horas para cambiar de negociador y despedir al actual, al que los atacantes han tildado de “idiota clínico” tras estimar el rescate en 50.000 dólares. El grupo Lockbit 3.0, afiliado a Rusia, es conocido por sus agresivos métodos de negociación, exigiendo sumas exorbitantes para impedir la divulgación de datos robados.
No hay comunicación de la FED
En este caso, la banda no proporcionó una muestra de los datos robados para obligar a la víctima a negociar y demostrar la veracidad de la información robada. Por su parte, la FED no se ha comunicado para negar o confirmar el hackeo y la violación de datos. Sin embargo, dada la naturaleza crítica de la institución, se espera que las agencias federales, incluidas CISA y el FBI, participen activamente en la resolución de la situación.
Si se confirma la filtración de datos, las posibles consecuencias son inmensas. La exposición de información crítica de la Reserva Federal podría afectar la estabilidad financiera y la seguridad nacional. De hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos es responsable de supervisar la política monetaria del país y regular los bancos. Sus decisiones, en particular las relativas a las tasas de interés, tienen influencia global.
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