Un roble. El hongo simbiótico entrelazado con sus raíces. Un cardenal cantando desde una de sus ramas. Nuestra mejor pista hasta ahora sobre su ancestro compartido podría haber llegado en imágenes de microscopio electrónico que se dieron a conocer en diciembre.
"¡Mirar!" dijo la microbióloga Christa Schleper, radiante mientras sostenía una imagen impresa de alta resolución frente a su cámara web en la Universidad de Viena. "¿No es hermoso?" Las células en la micrografía eran orbes de 500 nanómetros de ancho, cada uno rodeado por un halo de zarcillos similar a Medusa. Su equipo no solo aisló y cultivó el organismo por primera vez, sino que demostró que sus filamentos agitados estaban hechos de actina, la proteína que forma un andamio esquelético en casi todas las células complejas o eucariotas.
Pero esta no era una célula compleja. Parecía más ancestral, primordial. El organismo, publicado por primera vez en Naturaleza, es solo el segundo representante de un grupo de microbios llamado Asgard archaea que se cultiva y estudia en detalle. Lograr que creciera a partir de una pequeña cucharada de lodo del fondo marino, lo que tomó seis años, fue como preparar un vestidor para una celebridad temperamental. El organismo no podía ser centrifugado, agitado, expuesto al oxígeno, separado de algunos otros microbios con los que se relaciona, o apresurado a crecer más rápido que un paso glacial.
Durante meses, ni siquiera creció en absoluto. “También me preocupaba mi propio futuro en la ciencia”, dijo Thiago Rodrigues-Oliveira, quien lideró el esfuerzo para cultivar la nueva especie como posdoctorado en el laboratorio de Schleper, apostando su propia carrera a los caprichos de un solo organismo recalcitrante.
A pesar de lo terriblemente difícil que es tratar con ellas, las arqueas de Asgard se encuentran ahora entre los organismos más codiciados en la ciencia, y por una buena razón. Para muchos biólogos evolutivos, su descubrimiento y los estudios posteriores justifican la revisión de las imágenes de los libros de texto del árbol de la vida para ubicarnos a nosotros, y a todas las demás criaturas construidas a partir de células eucariotas, como meros retoños del grupo Asgard.
Mientras tanto, los estudios de los genomas de Asgard han aportado datos muy necesarios para la cuestión de cómo evolucionaron los eucariotas, un evento trascendental en la historia de la Tierra que inspira debates polémicos. La mayoría de los estudios hasta la fecha han tenido que depender de sondas genéticas indirectas del grupo Asgard, que no ofrecen las mismas oportunidades que estimular microbios vivos en un laboratorio, el estándar de oro en microbiología desde los días de Louis Pasteur.
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