En su Último informe “Invertir en el crecimiento de la productividad” En su estudio sobre la productividad de las economías del mundo, la firma McKinsey analiza las razones de la aceleración o desaceleración de la relación entre la cantidad de trabajo proporcionado y la riqueza producida en las diferentes economías y regiones del mundo. En 25 años, entre 1997 y 2022, la productividad económica media se ha multiplicado por seis, pasando de 7.000 dólares a 41.000 dólares por empleado, lo que equivale a un crecimiento anual del 7,3%. Un crecimiento que, sin embargo, se ha ido ralentizando desde el final de este periodo.

¿Pero qué hace la tecnología?

La firma se pregunta, entre otras cosas, por el papel y el potencial de la innovación tecnológica y la transformación digital. El director del McKinsey Global Institute (MGI) de Sídney, Chris Bradley, recuerda, por ejemplo, que en los años 2000, entre un tercio y un quinto del aumento de la productividad en Estados Unidos procedía del boom de la industria electrónica. Después llegaron la conectividad generalizada, la web y la digitalización. "Pero puedo decir rápidamente dónde se ven estos avances tecnológicos en las estadísticas de productividad: ¡en ninguna parte!". En realidad, es la relación causa-efecto lo que sigue siendo imposible de establecer con claridad. "Estamos a medio camino", resume el consultor, "parte de la revolución digital se ha producido, pero todavía no ha producido un milagro en términos de productividad".

Las nuevas tecnologías han impulsado el crecimiento a lo largo del siglo XX, como señala McKinsey, pero desde 2000, es el único sector de las TIC que se ha visto impulsado por ellas. Registró “el crecimiento más rápido de cualquier sector en Estados Unidos tanto antes como después de la crisis financiera de 2008: 6,7% anual antes de la crisis y 5,0% después”, señala Chris Bradley. La misma progresión se observó en Europa occidental, aunque la productividad del sector se desaceleró “del 5,1% entre 1997 y 2007 al 2,7% después”.

Un beneficio económico reservado para el sector TIC

Pero fuera de las TIC no hay salvación. O mejor dicho, no hay crecimiento de la productividad impulsado por la transformación digital. McKinsey identifica tres razones para ello: "el tiempo necesario para la adopción de la tecnología y la destrucción creativa, la naturaleza menos transformadora de la innovación actual y los posibles errores en la medición de este cambio de productividad". La consultora habla de una curva de crecimiento de la productividad en forma de J tras las inversiones digitales: "los primeros años de una nueva tecnología pueden frenar el crecimiento de la productividad antes de que pueda adaptarse de manera útil". La transformación digital, por ejemplo, inicialmente condujo a una "duplicación de los canales en línea y fuera de línea, ofreciendo a los clientes una mayor elección pero brindando beneficios de productividad solo cuando estos últimos se racionalizan o eliminan". Un enfoque que probablemente aún es demasiado reciente para producir resultados visibles.

En cuanto al segundo argumento, el de un potencial de transformación de la tecnología que sería menor con las innovaciones recientes, podría caer con la IA generativa. En estudios anteriores, McKinsey estimó que la digitalización en general y otros avances tecnológicos podrían añadir entre 0,5 y 1,0 punto al crecimiento anual de la productividad en las economías más avanzadas. Con un bonus adicional de 0,5 puntos directamente atribuible a la IA generativa en las mismas regiones, pero también en los países emergentes donde se supone que transformará el trabajo. La firma también identifica ganancias específicas vinculadas a la tecnología digital como la telemedicina que podría representar hasta 1,5 puntos más al año gracias a “la mejora de la calidad de la atención, la reducción del tiempo de espera y la mejora de los procesos finales”.

Esperando la IA

Por último, la última explicación de la invisibilidad de la productividad inducida por lo digital según la firma es que los métodos de medición actuales podrían subestimarla, porque "no tienen en cuenta el aumento del valor añadido que estos desarrollos promueven". Beneficios gratuitos integrados en productos o servicios, por ejemplo. "Los errores de medición inducidos podrían explicar hasta el 10% de la desaceleración global del crecimiento de la productividad, un efecto significativo, pero que sigue siendo relativamente pequeño", matiza no obstante el informe.

¿Y qué pasa con la automatización, las máquinas inteligentes y la inteligencia artificial? "Esta vez creemos que la situación es diferente", se aventura el consultor. "Según nuestras previsiones, en diez años un tercio de lo que hacemos estará automatizado". ¿Cuál es el impacto en la productividad? Según McKinsey, este tercio del trabajo que se automatizará gradualmente permitiría que la fuerza laboral así liberada se reasignara y se convirtiera en una enorme fuente de productividad adicional. Eso sí, como nos recuerda Chris Bradley, siempre que se desarrolle una oferta real de puestos de trabajo que sólo puedan desempeñar los humanos.

Efectos desiguales según la región del mundo

No es de extrañar que este año la firma ponga bajo la lupa la IA, y más concretamente la IA generativa. Pero, antes de impulsar realmente la productividad, "hay que asegurarse de que estas tecnologías se implementan, de modo que los individuos sean más eficientes en su forma de trabajar", insiste Olivia White, directora de MGI en San Francisco. "Y hay que asegurarse de que los empleados estén suficientemente cualificados y preparados para llevar a cabo las tareas necesarias a medida que la IA se desarrolle en la organización de las empresas". También en este caso, según la consultora, más que en el caso de la tecnología en general, es esencial cuestionar la capacidad de ayudar a las personas cuyos puestos de trabajo se verán amenazados a reciclarse.

Según el informe de McKinsey, los beneficios de la transformación digital sólo se materializarán en forma de aumento de la productividad más allá del sector de las TIC "si se acelera la destrucción creativa, se desplazan las cuotas de mercado y se adoptan tecnologías y las mejores prácticas asociadas". Pero el tema sigue siendo complejo. El informe cita el caso de América Latina, que había recuperado su retraso digital a un ritmo acelerado, en particular en el ámbito de los pagos electrónicos, desde la pandemia de covid. Sin embargo, según la firma, debido a la falta de formación, experiencia e inversión, la llegada de la IA corre el riesgo de dejar al continente en un segundo plano. Según McKinsey, "el impacto de la IA en la economía latinoamericana será entre tres y cinco veces menor que el de América del Norte y China".