En la última de 2021, mientras se realizaban los preparativos finales para el espectáculo de fuegos artificiales de Nochevieja en el centro de Berlín, en las afueras de la capital alemana otra era estaba llegando a su fin. Fue el principio del fin de las décadas de coqueteo de Alemania con la energía nuclear.
El 31 de diciembre, Alemania cerró tres de las seis centrales nucleares que le quedaban. Para fines de 2022, los otros tres también se cerrarán. Dos décadas después de que se convirtiera en ley un acuerdo para eliminar la energía nuclear, la eliminación del país ha sido espectacular. En 2002, Alemania dependía de la energía nuclear para casi el 30 por ciento de su electricidad. Dentro de un año, ese porcentaje será cero.
Alemania no es la única nación europea que está reevaluando su relación con la energía nuclear. Su vecina Bélgica actualmente obtiene casi el 40 por ciento de su electricidad de la energía nuclear, pero se ha comprometido a cerrar los siete reactores que le quedan para 2025. Al sur, Suiza ya cerró una de sus cinco plantas de energía nuclear restantes, la primera etapa de lo que eventualmente será una eliminación total.
La eliminación gradual de Suiza se decidió en un referéndum de 2017, cuando la mayoría del público respaldó una estrategia energética que subvencionaba las energías renovables y prohibía nuevas plantas de energía nuclear. El referéndum suizo fue impulsado por las preocupaciones ambientales planteadas a raíz del desastre de Fukushima de 2011, cuando tres reactores se derritieron después de que un tsunami azotara la planta de energía. Ese desastre, y las preocupaciones sobre la eliminación de los desechos nucleares, también aceleraron el cierre nuclear de Alemania. Poco después, la entonces canciller Angela Merkel, quien anteriormente había dicho que no estaba de acuerdo con cerrar las plantas nucleares antes de tiempo, anunció que Alemania ya no extendería la vida útil de las plantas existentes.
Los críticos de los cierres nucleares de Europa dicen que perder fuentes confiables de energía baja en carbono es lo último que deberíamos hacer cuando necesitamos reducir las emisiones. Argumentan que la energía nuclear es una de las formas de generación de electricidad más seguras y con menos emisiones de carbono que existen. En Francia, casi el 70 por ciento de la electricidad es generada por plantas de energía nuclear, razón por la cual tiene una de las electricidad con menos emisiones de carbono en cualquier lugar de Europa. Los escépticos nucleares, por otro lado, dicen que las credenciales de bajo carbono de la energía nuclear se ven socavadas por sus altos costos y los largos plazos involucrados en la construcción de nuevas plantas, así como por las preocupaciones públicas de larga data sobre la seguridad y los desechos radiactivos.
Sobre la desaceleración nuclear de Europa se cierne la necesidad apremiante del continente de descarbonizar completamente su suministro de electricidad. La UE se ha fijado el objetivo de tener cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para el año 2050, y el plan se basa en entregar una parte considerable de esas reducciones para 2030. Los críticos del plan nuclear de Alemania han señalado la contradicción de abandonar la energía nuclear mientras Las centrales eléctricas de carbón del país continúan emitiendo grandes cantidades de dióxido de carbono y partículas letales a la atmósfera. Pero si hay alguna lección que podamos sacar del dilema nuclear de Europa, es que el camino hacia la electricidad limpia está plagado de obstáculos: políticos, económicos e ideológicos.
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