El plan de Europa para abandonar el gas ruso podría funcionar

hace 2 años

El plan de Europa para abandonar el gas ruso podría funcionar

En 1970, Oeste Los políticos alemanes y los ejecutivos del gas firmaron un acuerdo histórico con la Unión Soviética que daría forma al próximo medio siglo de la política energética europea. Alemania Occidental prometió suministrar tuberías de acero a la URSS, mientras que a cambio la URSS extendería un gasoducto hasta la frontera de Alemania Occidental y comenzaría a bombear gas soviético por debajo de la Cortina de Hierro hacia Europa Occidental. El acuerdo comercial fue una forma de Ostpolitik—una política más amplia de descongelación de las relaciones entre la URSS y Alemania Occidental que le valdría al entonces canciller de Alemania Occidental Willy Brandt el Premio Nobel de la Paz en 1971.

Es posible que Brandt, quien murió en 1992, no haya imaginado cuán entrelazados se volverían los dos antiguos enemigos. En el momento de la reunificación alemana en 1990, el gas de la URSS representaba más del 30 por ciento del consumo de gas del país. Para 2021, Rusia estaba suministrando alrededor del 40 por ciento del gas natural de la Unión Europea, y algunos países más pequeños, como Letonia, dependían casi por completo de Rusia para su suministro. Alemania, con su industria siderúrgica pesada y calefacción a gas, dependía de Rusia para casi la mitad de su gas natural.

La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 expuso profundas fisuras en la política energética de la UE. Después de las sanciones de la UE a Rusia, la empresa de energía controlada por el estado ruso Gazprom anunció que reduciría las exportaciones de gas a través de uno de sus principales gasoductos a alrededor del 20 por ciento de su capacidad. La proporción de gas ruso que ingresa a Europa se ha reducido al 15 por ciento, lo que ha llevado los precios ya inflados a nuevos máximos. En el Reino Unido, que es sensible a los precios del gas en los mercados internacionales, se prevé que las facturas de energía promedio alcancen casi cuatro veces los niveles de enero de 2019.

“Es importante reconocer para la UE que el aumento de esta dependencia de Rusia ha sido un fracaso político”, dice Ganna Gladkykh, investigadora de la Alianza Europea de Investigación Energética. El continente se enfrenta ahora a dos desafíos. Primero, un invierno frío, o varios, con los suministros de gas al límite, podría significar apagones forzados y cierres de la industria. En segundo lugar, Europa debe reducir su dependencia del gas ruso, cerrando nuevos acuerdos con diferentes proveedores e intensificando su despliegue renovable. Al final de ese camino, Europa puede encontrarse en una nueva era de seguridad energética: ya no depende de un vecino impredecible del este, pero con una nueva dinámica que puede traer sus propios problemas.

Pero primero: el crujido. A fines de julio, los estados miembros de la Unión Europea acordaron reducir su demanda de gas en un 15 por ciento entre agosto de 2022 y marzo de 2023. Las medidas son voluntarias, pero el Consejo de la UE advirtió que pueden volverse obligatorias si la seguridad del gas alcanza niveles de crisis. Algunos países ya han dado pequeños pasos para limitar la demanda de energía. Las ciudades de Alemania están apagando el alumbrado público, bajando los termostatos y cerrando piscinas para reducir la dependencia del gas ruso. Francia ha prohibido que las tiendas utilicen el aire acondicionado mientras las puertas están abiertas, mientras que España, que no importa mucho gas ruso, ahora prohíbe que el aire acondicionado se ajuste a menos de 27 grados centígrados (80 grados Fahrenheit) en lugares públicos.

El gas natural se utiliza de tres formas principales: para generar electricidad en centrales eléctricas, para calentar hogares y oficinas, y en industrias como la siderurgia y la fabricación de fertilizantes. Aunque existen alternativas al gas en las centrales eléctricas (el canciller alemán Olaf Scholz ha planteado la posibilidad de extender la vida útil de las centrales nucleares para reducir el uso de gas), es mucho más difícil encontrar alternativas al gas para la industria y la calefacción. La UE también tiene reglas que protegen los hogares, hospitales, escuelas y otros servicios esenciales de las medidas de racionamiento de gas.

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